Desde mediados del siglo XVII Nuestro Señor Jesucristo es adorado en el Perú bajo las advocaciones de "El Señor de los Milagros", "Santo Cristo de las Maravillas", "El Cristo Moreno" o "El Cristo de Pachacamilla". Por entonces un esclavo angoleño, que vivía en el barrio de Pachacamilla, llamado, según se cree, Benito o Pedro Dalcón, en una de las paredes de adobes del galpón donde se reunía su cofradía, pintó al temple la imagen de Cristo crucificado.
En la parte central de la pintura contemplamos a Jesús Crucificado. Encima de Él, bajo la forma de una paloma, aparece el Espíritu Santo y en la parte superior Dios Padre. Es decir, están presentes las Tres Personas de la Santísima Trinidad. A la derecha del Señor, de pié, está la Santísima Virgen María y a su izquierda, de rodillas, San Juan, El Discípulo Amado.
El muro es tosco, de un acabado imperfecto, y quedaba cerca de una acequia que, por las filtraciones de humedad, afectaba sus cimientos. Sin embargo, a pesar de todo eso y de otras adversidades -entre ellas los numerosos sismos que afectaron nuestra ciudad- la imagen ha perdurado hasta nuestros días.
COMIENZAN LOS MILAGROS
El 13 de noviembre de 1655 un destructor terremoto estremeció Lima y Callao, causando la caída de muchas iglesias y mansiones. La zona de Pachacamilla, donde estaba situada la cofradía de los angoleños, también fue afectada. A pesar de haberse caído gran número de edificaciones y la mayoría de los muros de la cofradía el muro de adobe donde estaba pintada la imagen del Cristo Crucificado quedó intacto. El hecho fue considerado como milagroso por los vecinos.
Hacia 1670 Antonio de León, un vecino de la Parroquia de San Sebastián que padecía de terribles dolores debido a una metástasis en el cerebro, fue curado milagrosamente por el Señor de los Milagros.
DE LA REPROBACIÓN A LA AUTORIZACIÓN
Junto a la imagen de Cristo se reunían los pobladores de la zona los viernes por la noche, Alumbrados por las llamas de cera, llevaban flores, perfumando el ambiente con el sahumerio, entonando plegarias acompañándose de arpas, cajones y vihuelas. Algunos sucesos negativos generaron las dudas del párroco de San Sebastián, José Laureano de Mena, quien los puso en conocimiento del Virrey Conde de Lemos. El representante real ordenó que se verificasen los hechos. Para ello el 4 de septiembre fueron al lugar el promotor fiscal del Arzobispado, José Lara y Galván, Laureano de Mena y el notario Juan de Uría, acompañados por unas doscientas personas. Esteban Ibarra, entonces máxima autoridad eclesiástica de la ciudad, dictaminó que se prohibiesen tales reuniones y que se borrase la imagen. La orden se intentó cumplir entre el 6 y el 13 de setiembre de 1671. Los comisionados fueron acompañados por el capitán de la guardia del Virrey, Pedro Balcazar, y dos escuadras de soldados. Primero lo intentó un pintor, quien al subir por la escalera comenzó a sentir temblores y escalofríos, teniendo que ser atendido; lo intentó de nuevo con el mismo resultado. El segundo hombre que se acercó a la imagen tuvo una visión que le hizo desistir. Luego lo intentó un soldado real, quien también vio extrañas visiones en la imagen. Los asistentes comenzaron a manifestar su disgusto y el Virrey terminó revocando su orden, autorizando su culto y ordenando la construcción de una ermita. El 14 de septiembre de 1671 se celebraría la primera misa oficial en la ermita.
Nuevos terremotos asolarían Lima el 17 de junio de 1678 y el 20 de octubre de 1687, oportunidad en que Lima sufrió dos terremotos, el primero a las 4:15 a.m., y el segundo a las 5:30 a.m., el último de los cuales estuvo acompañado por un maremoto. Días después de este desastre un fiel devoto, Sebastián de Antuñano, tuvo la idea de sacar en procesión una copia fiel del Señor de los Milagros. Otro terrible terremoto afectó la ciudad el 28 de octubre de 1746, el peor de nuestra historia, que originó un maremoto que arrasó el Callao. Lima colapsó ante la furia de la naturaleza, que destruyó por igual templos, palacios y casonas. Sin embargo, la pared con la imagen pintada se mantuvo erguida. En recuerdo de este cataclismo y solicitándole al Señor su especial protección para nuestra ciudad, la procesión sale a las calles en esta fecha todos los años.
Tan terrible designio originó que se confeccionara una copia al óleo de la imagen y que, por primera vez, saliera en andas por las calles del barrio de Pachacamilla, estableciéndose que a partir de ese momento la procesión tuviese lugar los días 18 y 28 de Octubre de cada año.Copias al óleo salen en procesión en diversas ciudades del Perú y también en el extranjero, como en Atlanta, Baltimore, Chicago, Filadelfia, New York, New Jersey, Pensilvania, Washington, Montreal, Toronto, México, Asunción, Bogotá, Buenos Aires, Quito, Santiago de Chile, Barcelona, Bucarest, Estocolmo, Friburgo, Gênova, Genebra, Madrid, Milano, Paris, Roma, Zurique, Cairo, Tokio e muchas otras. En Belo Horizonte, a pesar que la semilla haya sido sembrada en 1996, la procesión viene ocurriendo desde 2001.
Incontables milagros son atribuidos al sagrado lienzo del
Señor de los Milagros. Su importancia es tan grande que, en 2001, el Papa Juan
Pablo II, hoy día Beato, envió carta al Arzobispo de Lima para conmemorar, con
los peruanos, los 350 años del mural. Una réplica de la Imagen al óleo, es
levada todos los años en el mes de octubre, para acompañar el rezo del ángelus
en la Plaza de San Pedro, donde recibe un cariñoso saludo del Papa.
Miraflores, 10 de noviembre de 2014